Lo que el trabuquete puede hacer: el arma arrojadiza que cambió la guerra

Lo que el trabuquete puede hacer: el arma arrojadiza que cambió la guerra

Categorias: Historia | Tecnología

Cuando las armas se forjaban en forjas y se ensamblaban en talleres en lugar de laboratorios, los humanos aprendieron a usar la gravedad y la palanca para que los proyectiles volaran más lejos, con mayor precisión y causaran más daño. Antes de las armas y la pólvora, las tácticas de asedio se basaban en lanzamisiles. Entre ellos destacaba el trabuquete, un brillante ejemplo de ingeniería antigua que evolucionó a partir de la simple honda. Pero ¿cómo se convirtió el arma de un pastor en una poderosa herramienta que cambió el curso de la historia?

Lo que el trabuquete puede hacer: el arma arrojadiza que cambió la guerra

Incluso en la antigüedad, guerreros y cazadores observaron que la longitud del brazo del lanzador afectaba considerablemente el resultado. Cuanto más larga era la palanca, más lejos volaba el proyectil y más potente era el golpe. Por eso, a alguien se le ocurrió la idea de atar una honda a un palo largo para aumentar la palanca. Luego, la estructura se fijó a un marco y se empezó a usar la fuerza de varias personas para lanzarla.

Lo que el trabuquete puede hacer: el arma arrojadiza que cambió la guerra

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Posteriormente, el dispositivo se amplió y, en lugar de la fuerza muscular, se utilizó el peso del contrapeso. Cuanto más larga era la palanca y más pesado el peso, más lejos volaban los proyectiles. Al mismo tiempo, su masa también aumentaba. Según los historiadores, las máquinas de lanzamiento gravitacional aparecieron por primera vez en China entre los siglos V y VI a. C.

En China se construyeron máquinas de impresionante tamaño y potencia increíble. Para preparar la mayor de ellas para el disparo, se requería el trabajo de varias docenas de personas, tirando de cuerdas con gran esfuerzo. Estos lanzadores de piedras lanzaban piedras gigantes, pero su eficacia se demostró principalmente durante el asedio o la defensa de fortalezas y otras estructuras fortificadas.

Esta tecnología militar existió solo en China durante casi mil años. Pero a finales del siglo VI d. C., llegó a Europa. Probablemente, los nómadas adoptaron la idea de los chinos y llevaron lanzadores de piedras a las murallas de Bizancio en los siglos V y VI. Los primeros intentos de utilizarla no causaron daños graves a las fortificaciones, pero los bizantinos apreciaron el diseño y comenzaron a utilizarla. Una de las primeras menciones de este tipo de máquinas se encuentra en crónicas de la década de 580. En Bizancio, se llamaban "petrobols", que se traduce del griego como "lanzador de piedras".

Lo que el trabuquete puede hacer: el arma arrojadiza que cambió la guerra

Después de eso, los lanzadores de piedras comenzaron a extenderse por Europa y Oriente Medio. Los usaban eslavos, visigodos, persas y árabes. El nuevo artefacto atrajo tanto a todos que pronto reemplazó a las balistas y catapultas conocidas desde la antigüedad. Con el tiempo, sus nombres también cambiaron: en Bizancio se les empezó a llamar mangans, en Europa Occidental, mangonels, y en los países árabes, al-manjaniq.

En el siglo VII, los bizantinos y los árabes comenzaron a usar ollas con compuestos inflamables a base de aceite como proyectiles. Además, mejoraron el mecanismo: acortaron al máximo la palanca con la carga y aumentaron su masa. Gracias a esto, el disparo se volvió más potente y se requería menos esfuerzo para cargar la máquina.

Lo que el trabuquete puede hacer: el arma arrojadiza que cambió la guerra

En el siglo IX, los lanzapiedras llegaron a los francos. Fue entonces cuando la máquina recibió su nombre clásico: "trabuquete", derivado de la palabra trébuchet, que significa "balanza de viga". En Europa, los trabuquetes sirvieron como armas de asedio hasta finales del siglo XIV. A pesar de la simplicidad de su diseño, estos mecanismos influyeron significativamente en las tácticas de asedio y defensa de las fortificaciones. Su uso no requería guerreros profesionales: los habitantes de las ciudades o incluso los campesinos podían participar en la acción.

A primera vista, el trabuquete parece un dispositivo sorprendentemente simple. Su diseño incluye un armazón con un eje, sobre el cual se fija una palanca de viga. La viga se divide con respecto al eje en una proporción de 1:5 o 1:6. Un contrapeso se fija al extremo corto y una eslinga con una carga se fija al extremo largo.

El principio de funcionamiento es claro incluso sin explicación: el contrapeso se eleva a cierta altura y luego se suelta. La energía de su caída se transfiere a la viga, que hace girar la eslinga y envía el proyectil directamente al objetivo.

Lo que el trabuquete puede hacer: el arma arrojadiza que cambió la guerra

Pero no es tan fácil revelar el verdadero potencial de este diseño. Si se ensambla un trabuquete con una viga de 4 metros y un contrapeso de 100 kilogramos, ocupará una parte considerable del terreno, pero podrá lanzar un ladrillo a un máximo de cincuenta pasos. Una máquina así podría destruir la cerca de un vecino, pero es poco probable que pueda con fortificaciones importantes.

Los trabuquetes de tracción, usados en cantidades suficientes, podían cambiar fácilmente el curso de una batalla. Durante el asedio de una fortaleza, los atacantes no solo derribaron a los defensores y dañaron las murallas y torres, sino que también causaron daños en el interior de las fortificaciones. Piedras pesadas, al caer en su interior, causaron muerte y destrucción. Ollas con una mezcla combustible incendiaron ciudades y destruyeron las máquinas de lanzamiento enemigas.

Lo que el trabuquete puede hacer: el arma arrojadiza que cambió la guerra

Los trabuquetes también demostraron ser excelentes en la defensa de fortalezas. Los sitiados podían golpear a los soldados que se acercaban a las murallas y, al mismo tiempo, destruir las torres de asedio y las máquinas de lanzamiento del enemigo. La simplicidad de los mecanismos permitía utilizar cualquier objeto pesado como proyectil. Si se agotaba el suministro de cargas, era posible desmantelar los edificios y lanzar piedras o bloques de construcción contra los sitiadores.

En la Edad Media, existían lanzadores de piedras capaces de lanzar bolas de piedra de entre 100 y 150 kilogramos a una distancia de hasta 200 metros. La precisión del disparo era bastante alta: la bola impactaba en un cuadrado de 5 x 5 metros. La cadencia de tiro era de aproximadamente dos disparos por hora. No se necesitaban científicos: carpinteros experimentados, con sus conocimientos, podían fabricar una máquina así en tan solo 8 o 10 días.

Lo que el trabuquete puede hacer: el arma arrojadiza que cambió la guerra

Paralelamente a los grandes lanzadores de piedras, los trabuquetes manuales también se utilizaban en la Edad Media. Incluso mujeres y niños podían aprender a usarlos con gran eficacia. Y no son solo palabras. Se sabe que en 1218, durante el asedio de Toulouse, Simón de Montfort, líder de la Cruzada Albigense, murió al ser lanzado por mujeres una piedra desde un compacto trabuquete manual.

Hay un incidente sorprendente y trágico relacionado con las máquinas de asedio que tuvo un profundo impacto en la historia de Europa. En 1346, el kan de la Horda de Oro, Janibek, asediaba la fortaleza genovesa de Kaffa en Crimea. Durante el asedio, decidió emplear una táctica inusual. Janibek ordenó el uso de lanzapiedras para arrojar los cuerpos de los fallecidos por la peste por encima de las murallas de la ciudad. Con esta cruel acción, pretendía desmoralizar a los defensores y obligarlos a capitular.

Lo que el trabuquete puede hacer: el arma arrojadiza que cambió la guerra

La peste es una enfermedad terrible y altamente contagiosa. El período de incubación puede durar hasta 12 días, y la infección se transmite no solo por personas, sino también por animales, especialmente ratas de barco. Tras la caída de Kaffa, los barcos genoveses abandonaron la ciudad, llevándose consigo mercancías y, por desgracia, la peste. La enfermedad comenzó su viaje hacia el oeste, recorriendo rutas comerciales y puertos. Durante los siete años siguientes, la epidemia destruyó entre el 30 % y el 60 % de la población de Europa, convirtiéndose en una de las mayores catástrofes de la historia de la humanidad.

Así, unas pocas descargas de máquinas de asedio desencadenaron una serie de acontecimientos que se cobraron millones de vidas. Un arma diseñada para la guerra medieval causó una destrucción comparable a los efectos de una bomba nuclear. Es importante tener en cuenta que esta versión se basa en una sola fuente escrita. Por ello, los historiadores siguen debatiendo sobre la exactitud de los detalles. En cualquier caso, la historia de Kaffa se ha convertido en un símbolo de cómo el ingenio militar transforma el mundo, a menudo de formas inesperadas y aterradoras.

Aunque los trabuquetes parecen mecanismos simples, su fabricación requiere cierta experiencia y conocimiento de las piezas importantes. Si esto no se tiene en cuenta, la máquina puede volverse peligrosa para los propios tiradores. Un ejemplo claro es la fallida experiencia del conquistador español Fernán Cortés.

Lo que el trabuquete puede hacer: el arma arrojadiza que cambió la guerra

En 1521, mientras luchaba contra los aztecas, Cortés se quedó sin pólvora. Decidió construir un pequeño trabuquete y atacar a los indígenas con piedras. Pero su idea fracasó. Las rocas de 11 kilogramos cayeron demasiado cerca de la máquina, y una de ellas salió despedida hacia arriba y cayó justo sobre el mecanismo, destruyéndolo. Después de eso, Cortés abandonó la idea, que al principio le pareció brillante.

La última cruz de los trabuquetes la pusieron los cañones de principios del siglo XV. Con una masa total de una tonelada y media (diez veces menor que una máquina de asedio), el cañón disparaba una bala de 130 kilogramos a 200 metros con una velocidad inicial mucho mayor. Algunos ejemplares monstruosos lanzaban balas de cañón de aproximadamente media tonelada a 500-600 metros.

Lo que el trabuquete puede hacer: el arma arrojadiza que cambió la guerra

El arte de fabricar lanzapiedras se perdió gradualmente con el cambio de la Edad Media a la Nueva Era. En 1850, el emperador francés Napoleón III encargó a un ingeniero militar, el capitán Fave, la construcción de un potente trabuquete. Este asumió la tarea y aplicó cálculos matemáticos precisos en su desarrollo.

Como resultado, el capitán Fave creó una máquina impresionante: la palanca medía 10,3 metros de largo y el contrapeso pesaba 4,5 toneladas. De estas, 1,5 toneladas estaban fijadas rígidamente a la palanca y otras 3 toneladas se colocaban en una caja móvil. El armazón del cañón superaba los 5 metros de longitud. Las primeras pruebas fueron exitosas: el trabuquete lanzó una bala de cañón de 11 kilogramos a 175 metros y un saco terrero de 30 kilogramos a 120 metros. Pero tras el quinto disparo, la máquina se desintegró, dejando a la tripulación casi inválida.

Lo que el trabuquete puede hacer: el arma arrojadiza que cambió la guerra

Hace miles de años, el trabuquete revolucionó la forma de abordar el asedio de fortalezas, y hoy nos asombra con su ingeniosa simplicidad y potencia. ¿Qué opinas? Si tuvieras la oportunidad de construir tu propio trabuquete, ya sea por diversión, recreación o experimentación, ¿te atreverías?

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